El curro del puente negro
Leyenda
A fines del siglo XIX vivió en la ciudad de Durango una familia de apellido Hernández que tenían su residencia por el barrio de tepeyac, cerca de lo que fue el mesón de san Pablo. La huerta de la casa se extendía hasta la Acequia Grande, limitando con la vía del Ferrocarril de la Sierra.
La familia era numerosa y una de las hijas se llamaba concepción a la que por estimación le decían Conchita.
Agustín; hijo de la ama de llaves de la casa del Sr. Hernández era más o menos de la edad de Conchita quienes se pasaron la infancia jugando junto en la huerta. Así crecieron los dos chiquillos y aunque se veían a veces como hermanos, la sirvienta, madre del pequeño siempre tuvo cuidado de infundir respeto del chico hacia la niña, haciéndole notar la diferencia social que a ambos separaba.